26 de enero de 2013

"Viaje al Abismo"

Vaya, he hecho algo que me ha dejado expuesto: he mostrado uno de mis lados más sensibles cual desnudez. Y es que las poquísimas personas con las que he compartido estos sentimientos tan profundos y tan míos han sido pasajeras: amistades entrañables, camaradas y colegas de veladas interminables...todos ellos en su sinceridad más cercana al Absoluto, han dejado en mí un buen sabor de boca en cuanto a la relación intrínseca que existe entre música y emociones. 

Recientemente decidí abrir mi corazón para entregarlo completo, con todo y los pellejos de la inmadurez inmanente que pueblan como bacterias desde los espacios más visibles hasta los más recónditos lugares; opté por abrir un baúl tan íntimo que yo mismo había olvidado que existía, a pesar de siempre estar presente en el arte de la música. Caminé descalzo sobre brasas que arden muy a pesar del riesgo que significa que el fuego te alcance y consuma todas las energías depositadas en un principio.

Confiar, confiar pensando en su némesis, la desconfianza. Siempre se trata de que no quede en uno la indisposición de cambiar, de mejorar, de intentarlo nuevamente. Es por eso que la apertura del plexo solar de mi espíritu duele porque justamente el corazón, desabrigado, vulnerable e incluso dócilmente débil no tiene de donde asirse en un probable mal escenario, donde la decepción venga y congele con sus vientos fuertes la intensidad del pequeño órgano palpitante.

De esta manera, la presente entrada consiste en el recuerdo de cómo comenzó este "Viaje al Abismo". En cómo en la búsqueda interior de las hondas exaltaciones humanas conocí el aislamiento. Era una época muy triste de añoranza y melancolía donde las tardes se prestaban para dialogar conmigo mismo en una lucha encarnizada que devino en una forma dictatorial de soledad. Fue el hallazgo de una forma de vida alejada de los lujos, las necesidades fisiológicas e incluso con un breve voto de silencio; coqueteos maniqueos con el desprendimiento de las barreras, las ideologías y los límites del interior del Ser. ¿El soundtrack que me acompañó en esos momentos? sToa. El proyecto del bienamado Olaf Parusel fue quien me mostró el camino de la reflexión introspectiva más duro con una hermosa canción capaz de surcar los mismos cielos y abrir la brecha hacia el camino interior. Urthona, el tema del Abismo, es una sensacional joya que comienza con el correr de la cortina nebulosa de la superficialidad para mostrar mi Yo cual creí en su momento que era, para mostrar la obsolescencia de la banalidad, las costumbres e incluso de la identidad. Ensimismado completamente, concebí la idea en dos partes: una como un viaje, un recorrido no turístico sino sinuoso de despojo gradual; otra como la meta, el objetivo: conocer el Abismo. Esa lúgubre zona que cada uno de nosotros tenemos donde perdemos lo que nos conecta con los demás y con el mundo y que, al son de una desgastante obsesión, mostraba cada día más su lejanía.



Estoy cansado, pero creo que ha quedado más o menos clara la idea de esta experimentación individual, extrema y dolorosa de una etapa muy dura. Como siempre, la música queda exonerada de cualquier acusación.

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